"Y ese día nunca se olvidará y será recordado con alegría en brindis rebosantes."
Esta historia le contará el buen hombre a su hijo, de como una simple hamburguesa de a 1 euro hizo a las buenas gentes allí acampadas aclamar y regañar a nuestro protagonista por igual, los unos por el placer de comer hamburguesa y los otros por las otras 149 hamburguesas que acompañaban a la primera.
En la escuela siempre he oído, cuando un alumno comía un chicle o un bollo en clase, que el profesor le preguntaba si había traído para todos los demás y, que si no era así, que lo tirase a la basura o lo guardase para luego.
Pues bien, teniendo yo tan buena educación y respeto por mis compañeros y demás personal allí acampado, y con ese antojo creciente de comer una hamburguesa después de llevar una semana comiendo de rancho día si y día también, pensé: "mal será que me escape a comer una hamburguesa yo sólo, pero si traigo suficientes para todos ninguno podrá poner una objeción a tal hazaña y será un buen complemento en la cena".
Así que en cuanto encontré un hueco en mi horario de actividades del día que me permitía ausentarme durante el tiempo suficiente para realizar esta adquisición de vituallas y con ayuda de mi fiel compañero en eso de la conducción puse rumbo sur por la N260 hacia la hamburguesería más cercana según marcaba el mapa.
Decimotercera letra del alfabeto |
¿No os habéis para a pensar nunca que los planes cuando los piensas resultan casi siempre perfectos pero luego siempre hay cosas que se escapan?
Parece ser que una buena parte del plan habría sido llamar por teléfono por eso de avisar con tiempo y llegar a recoger el pedido... aunque como después nos confesó el dependiente no habría funcionado ya que se lo habrían tomado a broma.
Y no sin razón. Hay estábamos los dos con la cara más sería posible en el mostrador solicitando al dependiente ciento cincuenta hamburguesas de un euro para llevar, momento en el cual mi fiel escudero no pudo contener más la risa al ver la expresión que ponía el encargado, cosa que no ayudó en absoluto a que nos tomara en serio hasta que dejamos los ciento cincuenta euros sobre el mostrador, momento en el cual nos invitan a volver pasados 30 minutos a recoger el pedido, cosa que sucedió sin incidentes junto con el camino de vuelta, más allá del tremendo olor a hamburguesas que acompaño a mi coche durante los siguiente días.
Yo siempre me he preguntado: ¿qué cara habría puesto el profesor si le respondéis que sí que tenéis para toda la clase y a continuación sacáis de la mochila una bolsa de chicles?
Pues bien, seguro que no la misma que si el intendente aparece con un cargamento de hamburguesas a la hora de la cena en un campamento de ciento cincuenta personas... al parecer, mientras que los chicles son algo aceptado de repartir entre los compañeros, las hamburguesas pueden desencadenar un sinfín de opiniones diferentes entre todos los allí presentes.